Fotocrónicas (CLXXXI)
Para los que somos de tierra adentro, no cabe duda de que el mar tiene un poder de seducción especial. Más pronto que tarde se añora aquello que no se ve…. a menudo. Bien pensado, no es mala cosa sentirse bien recibido cuando, al fin, uno se acerca hasta el mar.
El mar, la mar, al contrario que la montaña, no deja de navegar metida en el sempiterno flujo de las mareas. Por leve que sea, su movimiento es incesante y tenaz, a veces bravío hasta la destrucción, en ocasiones dulce como el balanceo de una cuna. Su voz tiene incontables registros en función de sus humores cambiantes; su cuerpo huele a salitre, pero también a algas y a peces; y su piel se engalana con la gama infinita de colores con que el cielo y las nubes le bañan.
Decía el gran escritor lusitano José Saramago en uno de sus poemas:
A ti regreso, mar, cuerpo tendido,
a tu poder de paz y tempestad,
a tu clamor de Dios encadenado,
de tierra femenina rodeado,
cautivo de la propia libertad.
En la imagen podemos contemplar, la playa de Biarritz, en una jornada que fue un auténtico festín para los sentidos.
Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla