Y la vida sigue… (II)

“Y la vida sigue…” (II)

Tras un paseo matutino por Mostar a fin de asentar nuestras impresiones del día anterior y para contemplarlo ahora con los colores más azulados, cabe decir que igual de bello y trágico que la noche precedente, nos encaminamos hacia Sarajevo, pero antes saltó a nuestro encuentro otra tentación, la de visitar una surgencia de agua de una cueva. Así que nos acercamos a Blabaj. Se trata de un eremitorio cuyos orígenes se pierden en el tiempo. Más tarde, en la Alta Edad Media, fue la residencia de un pensador musulmán que escribió allí una importante obra. La casa donde habitó se conserva aún, es de estilo árabe, con celosías, alfombras y terraza sobre el lago formado por la surgencia, amparada por la alta pared que contiene la amplia cueva. Para entrar en la casa es preciso descalzarse y, en el caso de las féminas, cubrirse cabeza y miembros inferiores con coloridas telas allí ofrecidas. Fue divertido observar cómo las chicas de nuestro grupo, y otras también, organizaban un improvisado desfile de modelos probándose los diferentes trapitos disponibles. Finalmente, encontraron lo que mejor “les iba” y así pudimos entrar todos a las cuidadas estancias.

La transparencia de la abundante agua recién manada y embalsada reflejaba la blancura de la construcción y hasta casi las fragancias de las higueras y rosas allí crecidas.

El viaje a Sarajevo discurre en su casi totalidad paralelo al río Neretva, por el fondo de un frondoso valle coronado por blancas roquedas. Delicioso para rodar tranquilamente el vehículo y sentir la frescura del ambiente. Paramos en Jablanica para visitar un museo, de corte estalinista, próximo al puente que volaron y cuyos aterrizados restos todavía se bañan en las aguas, desde la II Guerra Mundial. Allí exponían las hazañas y penalidades de los partisanos, por supuesto, ensalzando la memoria de Tito.

Tras un chapuzón en un lago que nos salió al paso y una visita a un pueblecito con un bello puente medieval de influencia otomana, donde comimos, continuamos el viaje hasta la capital Bosnia.

La parte antigua de Sarajevo está pensada para el peatón y para el paseante. Abundantes terrazas permiten que unos contemplen y otros se dejen ver, calle arriba, calle abajo, de forma ordenada, cada cual manteniendo su derecha, discurriendo en un orden perezoso. Enseguida nos vimos atraídos por la exposición sobre Sebrenika, pueblo tristemente conocido por la matanza de bosnios allí perpetrada ante la pasividad de las fuerzas de la ONU y de la comunidad internacional. Impresionantes sus fotos y narraciones.

Sarajevo tiene un casco antiguo, ahora bien reconstruido tras el daño que un asedio de más de mil días y de bombardeos continuos ocasionó. Sus gentes viven ajenas, o así lo parecen, ante tal agresión. La catedral de esbelta planta y cuidados interiores comparte calle con varias mezquitas, sus “madrazas”, un gran bazar y numerosos restaurantes. Nos dejamos perder y seducir por sus callejuelas y vivos colores de los objetos expuestos en sus incontables tiendas. Los olores de los restaurantes invitaban a pararse pronto, así que degustamos sus típicas y sabrosas comidas, seguidas por unos refrescantes helados. La música en las calles nos hacía olvidar las tristezas allí vividas hace tan solo un par de décadas a pesar de los innumerables recuerdos que dejaron en las fachadas de las casas. “Miramos al futuro”, “mi novio es serbio, yo bosnia, y mi madre croata”, “aquello ya pasó”, “mi padre es ortodoxo, mi madre musulmana, yo no creo en nada”… son algunas de las frases que reflejan la actual realidad y que sus gentes nos confesaron.

A la mañana siguiente, nos dimos cuenta de que el hotel tan solo distaba un par de manzanas de la también tristemente célebre esquina donde Princip acabó con la vida de Francisco Fernando y Sofía, archiduques herederos del imperio austro-húngaro, lo cual encendió la mecha de la I Guerra Mundial. Leímos las crónicas, nos impregnamos de aquel espíritu de ahora hace justo 100 años (28 de junio el asesinato, 28 de julio la declaración de guerra a Serbia, 5 de agosto reacción de los primeros países aliados contra el citado imperio y Alemania). Visitamos la recién reconstruida, con ayuda de España, biblioteca nacional y ayuntamiento de estilo neomudéjar bombardeada en la guerra de los Balcanes por los serbios, a la cual se encaminaba aquella comitiva real hace un siglo, y con cierta confusión acerca de tanta guerra cuyas explicaciones y razones solo tienen en común las ganas de fastidiar y de poder del ser humano, fuimos poniendo fin a la visita capitalina.

(Fin de la segunda parte)

(Fernando Antoñanzas / Agosto 2014)