Fotocrónicas (213)
Por documento fechado en 1285, Arias González de Valdés donaba al Monasterio de Obona “un suelo en el puerto de Cudillero donde pudieran vender pan y una cabaña con salida al mar sin que ningún señor se lo estorbase». Salía así de las sombras de la historia este pequeño poblamiento que desde ese siglo XIII y hasta el XIX perteneció al concejo de Pravia.
En los siglos siguientes, Cudillero se consolidó como un importante puerto pesquero y, aún hoy, esta actividad sigue teniendo su relevancia. Así como la agricultura y ganadería, asentadas por unas tierras que se extienden en una orografía cambiante desde los 783 metros de Peña Cueto hasta las cornisas de los acantilados. Más abajo, el Cantábrico golpea sin tregua las orillas de la costa.
Con todo, al foráneo que llega aquí, lo que le encoge al pronto el ánimo es entender que pueda caber todo, que la inclinación del terreno, la estrechez de la barranca, la angostura de sus callejas y plazas no sean una dificultad insalvable para vivir. Es más, sin esas condiciones, Cudillero no tendría tanto encanto. Un enjambre de casas colgadas y multicolores se asoman al puerto y al mar que les ha dado de comer durante siglos. Ahora, entre las mallas de una red de pesca, se intuye la nueva economía del pueblo: el turismo. Pasado y presente en Cudillero.
Texto y fotografía: Jesús MªEscarza Somovilla