Fotocrónicas (216)
El andariego ha oído hablar del Cañón de Añisclo, por supuesto, pero no así del mirador homónimo. Y ese caluroso día de Agosto tiene el antojo de llegar hasta allí. La carretera deja el valle del Cinca en Escalona, para tomar el curso del río Bellós, pasar por Puyarruego y Buerba y alcanzar el mirador de Añisclo. La panorámica corta el aliento. El andariego piensa que ese lugar que contempla ha sufrido un hachazo de dimensiones ciclópeas. El tajo es tan profundo que asusta.
El río Bellós nace en la Fuen Blanca, en el paredón del circo de Añisclo, y ha conseguido labrar la piedra caliza con la paciencia que da saber que el tiempo está de su parte. Así ha sido posible que este rincón pirenáico fuera lo que es, un prodigio natural de primer orden, con sus 10 km. desde el circo hasta la unión con el río Aso, y un desnivel de 1000 metros en la vertical del Punta Sestrales.
Debajo del mirador se esconde la ermita de San Úrbez, un pastor eremita que vivió allá por el siglo VIII. Arriba, entre el Mondoto (1957 m.) y el Punta Sestrales (2106 m.), se aprecia al fondo la Punta de las Olas (3022 m.) y el collado de Añisclo, que da paso a los valles de Ordesa y Pineta. El lugar está envuelto en magia y belleza. Y asombro. No podía ser de otra forma…
Texto y fotografía: Jesús M Escarza Somovilla
