Fotocrónicas (V)
En lo más hondo del valle del Jubera se asientan una serie de poblaciones mínimas. Unas pocas, luchan todavía por sobrevivir; otras, ya han renunciado a toda esperanza.
Este territorio se dio en conocer desde hace más de un siglo como las Alpujarras riojanas, sin duda en recuerdo de aquel territorio granadino casi inaccesible y de una dureza extrema.
Cerca de la cabecera del barranco de Santa Engracia, se esconde Reinares. Es un rincón delicioso, preservado de todo vestigio moderno, al que se accede solo por caminos de herradura desde El Collado, Bucesta o Santa Marina.
La aldea hace tiempo que se abandonó y la ruina se ha ensañado con su caserío. Aún así, conserva vestigios encantadores, como el puente medieval junto al río, o como la iglesia de San Miguel, con un inusual doble nivel de ventanales en su airosa torre. Aquel día, las nubes amagaban tormenta y la espadaña parecía erguirse soberbia hacia el cielo.