Fotocrónicas (CXXVII)
No cabe duda que la nieve tiene una condición estética enorme y una capacidad de seducción difícilmente igualable. El montañero lo sabe bien y escudriña con ojo de halcón los cielos, husmea las señales indefinibles en el aire y coteja los partes de meteorología con avidez golosa.
Pero no todo son luces cuando cae la nieve. A veces, si la nevada es temprana y generosa y todavía el bosque caducifolio conserva buena parte de sus hojas, lo que sucede es que los árboles no soportan el sobrepeso y el estrago es notable con troncos y ramas tronchados por doquier.
Además, la nieve cubre el suelo con un profundo manto y niega el alimento a muchas especies animales, que sufren la extrema penalidad del frío y del hambre hasta el punto, nada extraño, de llegar a perecer.
Esa dualidad sorprendente de una materia por una parte mullida, pictórica y en apariencia inofensiva, desconcierta porque, llegado el caso, puede mostrar su lado oscuro y tornarse terriblemente dura, fría y cruel.
La imagen de hoy fue tomada cerca de Castroviejo a primeros de Diciembre de 2017, tras una pertinaz sequía de meses. La tremenda nevada cubrió los montes con una impresionante capa de nieve. El tiempo ese día fue de fábula, y los contrastes entre las zonas nevadas y los manchones boscosos, creaban una paleta de claro oscuros en verdad fascinante. Detrás de esa inmensa belleza inmediata, el montañero intuía la otra realidad. Drama y luz a finales de otoño.