Fotocrónicas (CLXXII)
El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano empeñado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado un ángel
que se llama luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.
Sirva este hermoso poema de Ángel González para recibir con honor al otoño, que este año se ha mostrado tan remiso en aparecer pero que, al fin, ya está aquí. Ahora toca disfrutarlo con el ánimo bien dispuesto.