“El tiempo, el gran escultor”

Fotocrónicas (CCI)

El andariego, que es un entusiasta irredento de los grandes espacios naturales, en donde la vista se alarga sin trabas hasta casi el infinito, encuentra en la tierra de Bardenas un espacio modélico para dar rienda suelta a su más confesable pasión: caminar.

Las Bardenas es tierra de extremos, en donde los veranos cuecen los sesos y los inviernos agrietan los suelos. Los vientos, aquí llamado cierzo, recorren de forma incesante el valle del Ebro, y han esculpido con hábil cincel estas tierras pobres que fueron el lecho del mar de Tethys.

Pero no solo los vientos son los culpables de esta tarea de modelado. El clima ha otorgado a esta comarca unas condiciones tan extremas que apenas una rala vegetación arbustiva se atreve a progresar aquí. Los suelos son quebradizos y se desmoronan con facilidad con cada ráfaga desquiciada de viento, con cada chaparrón esquivo, con cada cuña traidora de hielo que se esconde entre las infinitas quebraduras del terreno.

La estampa de este territorio se dibuja con decenas de cerros, tesos o cabezos de variada figura, pero todos ellos ataviados por igual con miles de cárcavas y de quebraduras que le confieren al paisaje una textura fascinante, una agonía doliente, una suerte de misticismo torturado. Es la obra, en suma, del tiempo, el gran escultor

Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla