Fotocrónicas (CXVIII)
Sin lugar a dudas, estamos ante uno de los paisajes de montaña más singulares de España. En donde la Naturaleza no se anda con remilgos y derrocha grandiosidad y hermosura hasta límites increíbles. Su poderío mineral cohíbe el ánimo, su belleza irreal embelesa los sentidos.
Los doce kilómetros que hay entre Puente Poncebos (en el lado astur), hasta Caín (en el lado Leonés), son una lección de geología de primer orden y una muestra palmaria de lo que es capaz la Naturaleza cuando se lo propone. En ese espacio, el bravío Cares quiebra el espinazo de los Picos de Europa y separa los macizos Central y Occidental en su búsqueda del hermano mayor, el Deva, y del mar Cantábrico. La quebradura es de tal calibre que, en algunos puntos, las laderas se desploman dos mil metros desde las cumbres más elevadas hasta el cauce de Cares.
En la imagen de hoy se puede apreciar la blancura de la piedra caliza, la locura de la orografía abismal, la vertiginosa senda abierta para atender el canal que lleva las aguas a la hidroeléctrica de Camarmeña-Poncebos… Transitar esta senda es imaginar lo imposible, el esfuerzo titánico de unos hombres para horadar las entrañas de la montaña. Caminar esta senda es un privilegio, es un acto de fascinación y agradecimiento.