Fotocrónicas (LXXXVII)
Cuando en los años sesenta del siglo pasado se decide la construcción del embalse de Lanuza, la vida de este pequeño pueblo pirenaico del Valle de Tena parece sentenciada tras siete siglos de existencia. En los años setenta quedó totalmente vacío de forma dolorosa e irracional. La decisión de decrecer el nivel de las aguas llegó tarde, cuando los vecinos habían vendido sus propiedades y cerrado las puertas.
En los años noventa, se inicia un progresivo retorno y una tenaz tarea para tratar de recuperar las casas que habían quedado por encima de la inundación. Hoy en día, Lanuza ofrece un aspecto tan hermoso que cuesta creer que este asentamiento estuvo condenado a muerte.
Suerte bien distinta habían corrido decenas de pueblos y aldeas del Pirineo y del Sobrepuerto oscense: Ainielle, Oliván, Escartín, Fablo, Acín, Berbusa, Sasa, Cillas, Susín, Asqués, Larrosa, Bescós, Yosa, Villanovilla… Resulta terrible imaginar la hemorragia que desangró hasta la extenuación a buena parte del territorio montañés del norte de Aragón.
Estamos en el Valle de Tena cuyo río, el Gállego, viene desde el puerto de Portalet, en la frontera con Francia, y muere 193 km. después en el Ebro, cerca de Zaragoza. En la imagen podemos contemplar el grito de piedra que parece exhalar la soberbia Peña Foratata, y a sus pies, el embalse de Lanuza y el pueblo del mismo nombre. ¡¡¡Larga vida para Lanuza!!!