Fotocrónicas (CCIII)
El andariego ha echado la jornada remontando todo el curso del río San Martín, desde donde vierte sus aguas en el Jubera hasta los pastos que rodean la aldea de El Collado. Y el tiempo, en estos pagos que le resultan tan emocionales, se le ha ido sin sentir. Verdaderamente, este valle tan humilde como encantador, da mucho juego para el que quiera ver y sentir.
La bravía orografía no da respiro en todo el recorrido. La portentosa quebradura que ha labrado el río asombra por su poderío y los estratos parecen haberse desquiciado buscando equilibrios imposibles.
No sería raro que nevase, porque es época para ello, porque hace un frío que pela y porque el cielo ha ido cubriendo su bóveda con unas nubes oscuras y amenazadoras. En realidad, a mediados de Diciembre, si el tiempo quisiera, la tierra serrana del Jubera debiera estar ya blanca.
El andariego ha decidido retornar a Jubera escapando desde San Martín por Peña Mala. Y desde este collado se para y se da la vuelta para contemplar esta bella estampa pintada de ocres y amarillos. Bajo las oscuras nubes, la Peña Muro afila su aguda figura sobre el Cañón del río, y el humilde caserío de San Martín se solaza con las últimas luces doradas de la tarde.