Fotocrónicas (CLVII)
El río Segre llega a Aitona manso y anchuroso, tras un viaje de 250 km. desde su inicio en el Pirineo. Aún le quedan otros 15 antes de entregar sus aguas al Ebro, en el municipio aragonés de Mequinenza. Su vida es casi toda leridana y a su paso por Aitona riega ocho mil hectáreas de una de las comarcas frutícolas más ricas de España.
Antaño, estas tierras de aluvión eran de secano y aquí se obtenía, esencialmente, cereal, aceite, vino y almendra. Con el regadío, se comenzó a plantar manzanos y perales. Más tarde, se sustituyeron por melocotoneros y sus variedades nectarino y durazno chato (o paraguayo).
En función de cómo venga el año, desde finales de febrero y en especial durante la primera quincena de Marzo, una riada malva y rosa anega la vega baja del río Segre con los tonos propios de la floración de estos frutales. A la enorme belleza de sus colores, se añade las composiciones geométricas que forman las hileras de los árboles frutales.
La imagen está tomada desde la ermita de Sant Joan de Carratalá, cercana a Aitona, desde cuya pequeña atalaya se domina la locura cromática que invade cada año las riberas del río Segre.