“Tiempo de nueces”

Fotocrónicas (CXLVII)

A mediados de Octubre Pedroso huele a cocón de nuez, al humo de sus chimeneas y a la fragancia húmeda de su rico hayedo. En este tiempo, los vecinos recogen con mimo las nueces y las exponen con orgullo en cestos de mimbre en la puerta de sus casas. El pueblo todo se exalta al calor de este producto humilde, nutritivo y apetitoso que le ha dado a Pedroso un lugar de relieve en el mapa del mundo.

Caminar el frondoso valle de Pedroso, hasta su desgajamiento en el Serradero, es una suerte de liturgia del color que proporciona casi con alevosía la exuberancia del rico hayedo que cubre la margen izquierda del barranco. Sin embargo, en el lado contrario, la orientación Sur ha propiciado una vegetación más pobre y un bosque ralo de carrascas de discreto ropaje verde ceniciento. Es el espectáculo fascinante de las solanas y las umbrías.  

Unos metros por encima del pueblo, hacemos un alto para disfrutar con esta gloriosa panorámica. Más allá del valle de Pedroso se divisa Matute, con sus amables campos de labor. Y las peñas de Matute-Tobía, y el altivo Peñalba, y el dulce Manzanar. Y luego, todo el cordal de la Sierra de Pradilla, con la enorme riqueza forestal del hayedo de Tobía. Y allí arriba, casi en el cielo, las cabezotas levemente veladas de blanco, del San Lorenzo y el Cabeza Parda. Es tiempo de nueces, es tiempo de otoño.

Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla