Fotocrónicas (CLXXXII)
A tiro de piedra de Villafranca Montes de Oca (y de su bulliciosa interculturalidad peregrina), a resguardo de la Nacional 120 entre Burgos y Logroño (con su tráfago incesante de vehículos), y a medio camino entre los altos de la Pedraja y las estribaciones de la Demanda burgalesa, se esconde un rincón de un bucolismo arrebatador: el embalse de Alba.
La presa se terminó el 31 de Diciembre de 1995, pertenece a la Diputación Provincial de Burgos, ocupa una superficie de 29 hectáreas y tiene una capacidad de apenas 5 hectómetros cúbicos. Un embalse pequeño, en suma, pero enorme en su belleza por distintos motivos.
Uno de ellos, y no menor, es su espectacular acceso. Desde la ermita de Nuestra Señora de Oca, remontando medio kilómetro el cauce del río homónimo y salvando un breve e impresionante desfiladero, el andariego se topa con los 45 metros de altura que tiene la pared de la presa. Una escalera permite subir hasta el andadero que la corona y entonces…
Entonces, desde la vía de servicio a la presa, el espectáculo de un día de primavera es de los que quitan el hipo. Las aguas turquesas del embalse de Alba aparecen rodeadas de frescos pastos y de bosques de roble y haya. Y las nieves manchan las cumbres del Trigaza, del San Millán y del Cabeza Aguilez, componiendo todo ello una postal verdaderamente idílica.