Fotocrónicas (XCVIII)
¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿Quién dio el nombre primero, el río o el pueblo? Sea como fuere, cuando el río Jubera alcanza a llegar a la altura del pueblo homónimo se produce un cambio casi metafísico en la condición de la tierra. La aspereza extrema, la geología torturada del alto Jubera (que se conoce como Alpujarras), da paso a la vega anchurosa y pródiga en olivos, almendros y viñedos, que se alarga hasta su fin, en Murillo.
Jubera es pueblo con historia larga y notable. Por aquí pasaron las sucesivas culturas celtíbera, romana, árabe y cristiana, que dejaron su huella, más o menos rica, más o menos evidente. En la actualidad, todavía es posible contemplar buena parte de su notable patrimonio, como el castillo, la iglesia de San Nicolás de Bari, las ermitas del Prado, San Miguel y Santiago, los puentes viejo y nuevo, las minas de plata y plomo en el río San Martín…
La imagen de hoy, desde la carretera que da servicio a los pueblos del valle, ofrece esta visión del caserío de Jubera, que aprovecha de manera sabia una pequeña terraza entre el castillo y el cauce del río. En el plano más lejano, el cordal de sierra La Hez; a su derecha, un resalte del Pico Tejedo; y arriba del todo, el viejo castillo medieval. El andariego tuvo la fortuna de llegar a tiempo para captar las últimas luces de una buena jornada de monte.