Fotocrónicas (XXIII)
¡Qué bien le sienta a esta admirable montaña (la más hermosa del Camero Viejo) su nombre! Quien quiera que la bautizó, no cabe duda que sabía bien lo que hacía. Desde su cumbre, el andariego cree tener el mundo a su alcance. En todas las direcciones, el espectáculo es soberbio, la cantidad de montes y barrancos, pueblos y aldeas parece no tener fin.
El andariego ha subido desde San Román, pasando por Velilla, Valdeosera y la majada de Quiñones. Y una vez aquí arriba, sin prisas, como debe ser, y si el tiempo acompaña, se sienta, contempla, escribe y reflexiona. Y almuerza.
Y si aún da lugar a ello, desciende un trecho su cara Norte para volver a visitar los restos del monasterio de San felices. Y también la nevera. El halo de leyenda y misticismo impregna el lugar. Esta es tierra de anacoretas desde la noche de los tiempos.
La foto la tomé desde el cerro Águila, mirando hacia la Atalaya, vestida ya con sus galas otoñales. Las vacas parecían estar ahí esperándome, bien dispuestas, pacientemente…