Fotocrónica (LXXV)
San Juan es uno de los apóstoles mayores y uno de los santos más honrados. Raro es el pueblo que no le rinde culto de una u otra forma. Y qué decir de las hogueras, una tradición tan arraigada desde la noche de los tiempos, un rito de cambio y de purificación muy anterior a la cultura cristiana.
Noche de San Juan. Este año fue extraña, sin brío, como desmayada. Nos hemos visto privados de esta emocional tradición del fuego, de sus fiestas, bailes, alegrías… Una noche mohína, ya digo. Y como si la Naturaleza quisiera congraciarse con sus moradores, el propio día de San Juan, nos ofreció el regalo del agua, el alivio térmico y el espectáculo de la tormenta con su pirotecnia de truenos, rayos y relámpagos. Y unas nubes de fábula como las que recoge la imagen. Disfrutando en su contemplación, me vino a la memoria el hermoso poema de José Zorrilla titulado «Las nubes», cuyo inicio dice así:
«Qué quieren esas nubes que con furor se agrupan
del aire transparente por la región azul?»