“Difusa cae la niebla sobre Cascais”

Fotocrónicas (CC)

La historia de Cascais sale de la penumbra allá por 1153, cuando el rey Alfonso I conquista esta región del centro de Portugal. Ocho siglos después, los pobladores vivían todavía en buena medida de la pesca. A mediados del siglo XIX, la nobleza portuguesa toma por costumbre pasar los meses de estío en Cascais. Esta decisión marca definitivamente el destino de la villa. Poblaciones como Estoril, Sintra y Cascais se convierten en un foco de atracción turística lleno de seductor encanto.    

Una mañana cualquiera, Cascais (en la costa portuguesa de la región de Lisboa) amanece con niebla. Todo resulta más lento, más blando, más suave, más difuso… Sin cielo y sin horizonte que contemplar. Cascais se mira a sí misma de otra forma y se gusta vestida con ropajes llenos de minúsculos granos de agua, pintada con matices tenues y vaporosos. Todo parece incierto. Nada resulta preciso. Un respiro, una pausa, en el devenir de la villa y su algarabía cotidiana. Se trata en suma, de la noria de la Naturaleza, que gira y gira sobre sí misma repitiendo los ciclos de forma inacabable.

El leonés Luis Angel Ruiz de Peradejordi lo expresa así:

Y en abrazo de agua,

en ceguera blanca,

sin horizontes, sin cielo,

la niebla mata la mañana.

Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla