Fotocrónicas (XLIX)
Quizás haya sido la primavera la que me ha llevado a buscar las obras de los grandes pintores impresionistas (Manet, Renoir, Degas, Gauguin, Cezanne…). Y, sobre todo, Monet. Y más en concreto, sus admirables campos de amapolas en Giverny, lugar de la Normandía en donde estableció su residencia y su estudio de trabajo.
Y quizás haya sido la casualidad, o quizás la Providencia, que ha querido que el retorno a la calle, o mejor, a la naturaleza, me haya regalado unos campos pletóricos de floración, especialmente de amapolas. Su color extremo, agresivo, es un reto fotográfico. Los rojos reverberan, se salen del cuerpo que los acoge.
Llegados a este punto, las soluciones pueden venir por distintas vías. Una de ellas es darle a la fotografía un acabado pictórico y, así, mitigar en parte sus imperfecciones. Y de paso, lograr en el espectador una suerte de sugestión como la que sintieron los primeros admiradores de los pintores impresionistas. La primavera ha arraigado con fuerza. A disfrutarla.
Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla