Fotocrónicas (XVIII)
El Duero nace en la Sierra de Urbión, cerca de su mayor pico: la Muela. A 2.160 metros, entre un caos de bloques de piedra, surge un tierno manantial que con el discurrir del tiempo, se convierte en el río más caudaloso de España.
De momento, sus juveniles aguas, se precipitan en dirección Sur hasta Duruelo de la Sierra, en donde doblan hacia el Sureste para ir pasando por Covaleda, Salduero y Molinos de Duero antes de entregar su caudal en el embalse de la Cuerda del Pozo. Aquí, el río se hace mayor y, de forma inesperada, decide cambiar su rumbo hacia el Oeste. Quizás, por conocer la capital, Soria.
A Soria se debe ir en cualquier época del año, pero no cabe duda que si es otoño, el disfrute será mucho mayor. Para quien suscribe estas líneas, aquel día de otoño el Duero fluía suave y espejeante. De tal forma que no pude sino recordar las palabras de Antonio Machado en su Campos de Castilla: “El Duero fluye terso y mudo, mansamente…” Un prodigio de luces, brillos y colores. Un regalo para los sentidos.
Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla