Fotocrónicas (LII)
Dice Ernesto Reiner en su libro Viaje por el Camero Viejo: «… no hay luces más hermosas que las de Monte Real». Y decía el cura de Herce: «… las cumbres de Monte Real son muy dilatadas”. Con ambas afirmaciones estoy totalmente de acuerdo.
Lo que decía el cura es una cuestión de perogrullo, no hay vuelta de hoja. El largo lomo de este cordal da para mucho y sus ubérrimas laderas, de fecundidad maternal, ofrecen condiciones idílicas tanto para la vegetación como para la fauna. En cuanto a las luces… aquí ya hay materia para platicar un rato largo, porque ¿cómo se puede medir esa cuestión que tiene difícil realidad física? es un asunto de fe. No hay más.
Ascender al hayedo de Monte Real desde Ajamil, por Pradito Gil arriba, buscando las fuentes del río Vargas, o bien remontando el barranco del Abejar a salir al collado de la Ventana, es una experiencia deliciosa si se realiza un buen día de otoño en sazón. Entonces comprobaremos la verdad de aquellas sentencias.
Texto y fotografía: Jesús Mª Escarza Somovilla